Por Júlia Andrade
Es una verdad que la evolución de la tecnología interfirió drásticamente en la longevidad de los, hasta entonces, tradicionalísimos videoclubs. Netflix y otros medios de televisión e Internet han llegado para revolucionar el entretenimiento y, con ello, trajeron la comodidad de no tener que salir de casa para acceder a cualquier tipo de película o serie.
Con toda esa innovación, los que no se renovaron se quedaron atrás. Las personas dejaron de alquilar DVD y, a partir de eso, la mayor franquicia de ese segmento sufrió la peor de las posibles consecuencias. En 2013, la renombrada Blockbuster quebró y la era de crisis existencial de las compañías de video fue definitivamente instaurada.
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Cada vez más se adhirió a las nuevas opciones y eso resultó en amenaza de extinción a los pocos videoclubs aun existentes. La transición de forma de acceso se ha desarrollado de manera acelerada en los últimos años, lo que causó la transformación y la resignificación del modo como interactuamos con los recursos multimedia.
Un factor determinante para ese cambio de acceso es el costo-beneficio. Hoy en día, si se paga una mensualidad de cerca de 30 reales, el suscriptor tiene acceso libre a todas las películas y series que Netflix, por ejemplo, dispone. Así como los canales de televisión por cable, que crecieron de una forma exorbitante, lo que les posibilitó la adherencia de diversos paquetes, que presentan una gran variedad de películas y series, siempre actualizadas.
El espectador se está volviendo cada vez más inmediatista y la idea de que no necesite salir de su sofá para poder apreciar un catálogo con los más variados géneros de narrativas acabó compitiendo directamente con el antiguo ritual de desplazarse hasta los videoclubs y tener que leer el título de cada película a fin de elegir algo diferente para ver.
El crecimiento de esta nueva vertiente de reproducción trae también otra opción para los espectadores: la producción de contenido original de la empresa Netflix. Desde entonces, ya fueron lanzadas varias series originales de éxito, de la renombrada House of Cards a los grandes éxitos Orange is the New Black, Narcos y Stranger Things. Esta demanda, por ejemplo, los videoclubs ya no pueden alcanzar, una vez que Netflix posee contenido propio disponible, lo que deja aun más nítida la creciente evolución de esa forma de contenido.
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No es necesario ser vidente para saber que el fin definitivo del imperio de los videoclubs se acerca. Los pocos que resisten no tienen más perspectiva de clientela y poco a poco van aceptando que los tiempos son otros y los streamings han dominado esta nueva era sin pedir permiso.
Es una verdad que la evolución de la tecnología interfirió drásticamente en la longevidad de los, hasta entonces, tradicionalísimos videoclubs. Netflix y otros medios de televisión e Internet han llegado para revolucionar el entretenimiento y, con ello, trajeron la comodidad de no tener que salir de casa para acceder a cualquier tipo de película o serie.
Con toda esa innovación, los que no se renovaron se quedaron atrás. Las personas dejaron de alquilar DVD y, a partir de eso, la mayor franquicia de ese segmento sufrió la peor de las posibles consecuencias. En 2013, la renombrada Blockbuster quebró y la era de crisis existencial de las compañías de video fue definitivamente instaurada.
Cada vez más se adhirió a las nuevas opciones y eso resultó en amenaza de extinción a los pocos videoclubs aun existentes. La transición de forma de acceso se ha desarrollado de manera acelerada en los últimos años, lo que causó la transformación y la resignificación del modo como interactuamos con los recursos multimedia.
Un factor determinante para ese cambio de acceso es el costo-beneficio. Hoy en día, si se paga una mensualidad de cerca de 30 reales, el suscriptor tiene acceso libre a todas las películas y series que Netflix, por ejemplo, dispone. Así como los canales de televisión por cable, que crecieron de una forma exorbitante, lo que les posibilitó la adherencia de diversos paquetes, que presentan una gran variedad de películas y series, siempre actualizadas.
El espectador se está volviendo cada vez más inmediatista y la idea de que no necesite salir de su sofá para poder apreciar un catálogo con los más variados géneros de narrativas acabó compitiendo directamente con el antiguo ritual de desplazarse hasta los videoclubs y tener que leer el título de cada película a fin de elegir algo diferente para ver.
El crecimiento de esta nueva vertiente de reproducción trae también otra opción para los espectadores: la producción de contenido original de la empresa Netflix. Desde entonces, ya fueron lanzadas varias series originales de éxito, de la renombrada House of Cards a los grandes éxitos Orange is the New Black, Narcos y Stranger Things. Esta demanda, por ejemplo, los videoclubs ya no pueden alcanzar, una vez que Netflix posee contenido propio disponible, lo que deja aun más nítida la creciente evolución de esa forma de contenido.
No es necesario ser vidente para saber que el fin definitivo del imperio de los videoclubs se acerca. Los pocos que resisten no tienen más perspectiva de clientela y poco a poco van aceptando que los tiempos son otros y los streamings han dominado esta nueva era sin pedir permiso.
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