Foto: Cezar Alves/ Mossoró |
Por Guilherme Queiroz Silva
Al final, el caso acabó con un saldo de al menos 111 muertos y fotos que marcan la historia brasileña, revelando la negligencia con la vida, ejecuciones sumarias y cuerpos jugados en el patio del presidio. Después de la repercusión internacional del episodio, el gobierno del estado cambió su política de encarcelamiento, dando más espacio a los activistas de los derechos humanos, y también ampliando la política de encarcelamiento, dando inicio al llamado encarcelamiento masivo. En respuesta a todo ello, los presos de la época crearon una organización criminal para intentar controlar la situación dentro de las cárceles del estado, que cada vez más aumentaban en número, junto con la criminalidad.
Así se funda, en 1993, en el Centro de Rehabilitación de la Cárcel de Taubaté, el grupo conocido como Primeiro Comando da Capital - PCC. El PCC nace después de un episodio de crisis en el sistema carcelario con el intento de organizar a los encarcelados y de articularlos para evitar episodios como el del Carandiru.
Hoy, a los 25 años de existencia, la facción criminal ha crecido a niveles internacionales, y funciona como ley del crimen, regulando el llamado “corre”, en la expresión de sus integrantes. Al contrario de lo que se piensa, el PCC no funciona como una empresa, pero en los moldes de sociedades secretas como la masonería. Sus miembros no necesariamente benefician el Partido con plata, pero rigen su moral sobre la base de sus reglas, que se definen en su estatuto. El lema Paz, Justicia, Libertad, Igualdad y Unión rige el proceder de los miembros. Los tentáculos de la organización son continentales, y se relacionan con grupos extranjeros como las FARC de Colombia, y Hezbollah, de Líbano.
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