El país de Nicolás Maduro
En un país rico en petróleo, un 81,8% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, de acuerdo con datos de la Organización de Estados Americanos de 2018. La estadística puede parecer contradictoria, pero es auto-explicativa. La economía venezolana se basa en la explotación de petróleo — un total del 96% de todas las exportaciones del país. Por mucho tiempo, la commodity fue una fuente de ingresos segura. Con la estabilidad presupuestaria proveniente de las exportaciones, el gobierno chavista tenía sus ojos totalmente volcados a los programas sociales y a la importación de prácticamente todos los productos necesarios.
El modelo se mostró viable y generó US$750 mil millones mientras Chávez estuvo en el poder. Pero todo cambió en 2014, ya en el gobierno de Nicolás Maduro, cuando el valor del barril de petróleo bajó de US$138 para US$50 en su peor fase. Con la dependencia del producto, la reacción en cadena fue inevitable y luego la fragilidad económica del país con las mayores reservas de petróleo del mundo fue expuesta. Como gran parte del presupuesto venezolano estaba destinado a programas sociales, debido a la política populista del gobierno antecesor, la industria y la agricultura fueron abandonados a su propia suerte.
El país pasó a depender más de las importaciones — desde papel higiénico hasta piezas del metro. El escenario solo empeoró cuando el dinero para la importación, que provenía de las exportaciones, se volvió cada vez más escaso. El FMI estima que la inflación en Venezuela debe llegar a 1 millón por ciento este año — en un lenguaje claro, basta multiplicar el precio de un producto por 10 mil para obtener su verdadero valor.
Con la crisis económica, surge otro problema igualmente grave: la crisis política. Maduro heredó una Venezuela en crisis y, cuando fue el blanco de protestas, respondió con violencia. A principios de 2014, 43 personas murieron debido a la represión del Estado. Cuando el presidente se dio cuenta de que la oposición ganaría en el Parlamento, decidió convocar una Asamblea Nacional Constituyente, un mecanismo que le sacó el poder al Legislativo. Así, Nicolás Maduro articuló los tres poderes para que respondieran solamente a él, ya que todos los jueces del Judiciario fueron elegidos por él. Una onda más de protestas y, nuevamente, más muertes: unas 2 mil personas salieron heridas y 120 murieron.
En un plebiscito polémico, Maduro fue reelegido en mayo de 2018 con un 68% de los votos. La elección fue marcada por la ausencia de la oposición, que no podía concurrir o estaba presa. Otra parte había sido silenciada por la censura. Eso generó sanciones de diversos países, incluyendo la expulsión de Venezuela de la OEA, acto muy simbólico: así, los demás países se dieron cuenta de que el país de Maduro no era una democracia.
La inmigración
La ausencia de alternativas hace que muchos venezolanos busquen asilo in otros países. Colombia, Ecuador, Perú y Brasil fueron los destinos de más de 2,3 millones de refugiados. Luis Almagro, secretario general de la OEA, afirmó que la crisis humanitaria venezolana es el “asunto más grave del hemisferio”. Colombia es el país que más ha acogido a los venezolanos — más de 870 mil, pero son impedidos de trabajar por la ley. Ya en Ecuador y Perú, los refugiados deben presentar un pasaporte válido para que puedan tener una situación legal. Lo que parece una simple exigencia, sin embargo, se volvió un gran problema: el gobierno de Maduro no emite más pasaportes. Oficialmente, el rechazo se da por la falta de papel, pero la oposición alega que es otro acto de discriminación política. La ley, en la práctica, acabó por restringir la entrada de los inmigrantes.
Brasil también fue objeto de problemas debido al intenso flujo migratorio del país vecino. Los 58 mil venezolanos que entraron en el país tuvieron que enfrentar a numerosos obstáculos, como la disputa en la Justicia por sus derechos y el monstruo de la xenofobia. La pequeña ciudad de Pacaraima, en el estado de Roraima, es el principal destino de los que llegan al territorio brasileño por vía terrestre. La estructura local no logró ofrecer el soporte necesario a la población de 12 mil habitantes y a los refugiados, hecho que dio inicio a una serie de conflictos.
En Brasil
A causa de esa falta de recursos, los inmigrantes se vieron obligados a encontrar otros modos de sobrevivir: unas niñas y mujeres se involucraron en prostitución, y muchos aceptaron trabajos en condiciones análogas a la esclavitud. Muchos están volviendo a Venezuela debido a la falta de empleos en la región Norte. Felizmente, un gran número está desplazándose Brasil adentro y conquistando empleos en Bahia, en São Paulo y en la región Sur.
El apoyo de voluntarios, ONGs e iglesias ha dado vidas dignas a los refugiados. Muchos de los que están en abrigos ya trabajan y logran sostener sus familias. La ONU estima que casi 2,2 millones de personas dejaron Venezuela en los últimos años. Según Eliseu Padilha, jefe de la Casa Civil, más del 50% de los inmigrantes que llegaron al país ya regresaron a Venezuela. Casi 57 mil personas buscaron el gobierno para regularizar su situación en Brasil. La crisis humanitaria de Venezuela ya es la mayor de Latinoamérica y causa preocupación en los países vecinos.
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